«Cuando vi la nueva biblioteca del campus de Ourense pensé que nos había tocado la lotería»

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Julia Jiménez en la zona de acceso a la biblioteca
Julia Jiménez en la zona de acceso a la bibliotecaMIGUEL VILLAR

Con el arranque del curso 2005-2006 el campus de Ourense estrenaba un nuevo edificio: el destinado a su biblioteca central que, años después, se rebautizó con el nombre de Rosalía de Castro. Julia Jiménez (San Pedro del Arroyo, Ávila, 1963), que ya dirigía entonces el equipo que se encargaba de atender el servicio, fue de las primeras en conocer por dentro la instalación cuya construcción duró dos años y consumió 3,7 millones de euros. Afirma que le impactó.

—¿Qué recuerda de esa primera vez?

—La cantidad de luz que entraba. Cuando yo empecé a trabajar aquí, en 1990, había tres bibliotecas: la del edifico de facultades, la del pabellón que en aquel momento era de Empresariales e Informática y una al otro lado del río, en Magisterio. En el año 2000 se unificaron ampliando el espacio que ya teníamos en el sótano del edificio de Ferro. Era un lugar oscurísimo. Las ventanas que tenía estaban a dos metros de altura, no veías nada. Tampoco había ventilación porque no se abrían. Teníamos unas estanterías grises metálicas y el polvo que bajaba de la escalera central del edificio caía en las cajas y los libros. Cada vez que cogías algo parecía que venías de la mina. Cuando vi la nueva biblioteca pensé que nos había tocado la lotería.

—Aparte de lo estético, ¿qué supuso para el servicio?

—Fue un cambio radical para todos, pero principalmente para los usuarios. Antes no teníamos ni veinte puestos de lectura, ahora tenemos 400 en la sala de silencio y otros 80 en la cuarta planta, que están pensados para personas que tienen que hacer trabajos o estudiar en grupo y, por tanto, necesitan hablar más entre ellos. Otra mejora enorme está en el almacenaje de los fondos. Los volúmenes pasaron de estar en cajas a ocupar una zona ya pensada para ello, un depósito con sistema de armarios compactos, sin pasillos, que son estanterías móviles sobre carriles que mueves según la necesidad.

—¿Cuántos ejemplares tienen ahora mismo?

—En publicaciones, pasamos de tener unos 75.000 ejemplares a los 137.000 actuales. La mayoría son para estudio, de consulta e investigación, pero también tenemos una pequeña parte lúdica que ahora ronda los cuatro mil entre novela y cómic. Disponemos también de hemeroteca, con publicaciones periódicas y revistas científicas de todo tipo y también una filmoteca. Tenemos un fondo de películas, algunas incluso están en VHS y otras en DVD. La verdad es que casi nadie las piden porque ya ni los portátiles traen lectores de disco y casi todo el mundo está suscrito a plataformas.

—¿Qué otras cosas ha cambiado el avance de la tecnología?

—Muchas. Cuando llegamos aquí teníamos casi mil títulos de revistas abiertos. Todos los días llegaba un mazo bastante importante. Ahora mismo tenemos como 120 y hay días que no llega ni un solo ejemplar. Y se generan nuevas demandas. Una cosa que necesitaríamos es que todos los puestos de lectura tuviesen su punto de luz individual y su enchufe para el ordenador. Ahora mismo todo el mundo viene con su portátil para estudiar o trabajar con él.

—¿Cuantas personas se encargan de atender el servicio?

—En este momento somos 19 más las dos personas que atienden la conserjería. Yo diría que ahora estamos bien pero cuando empezamos la plantilla estaba muy ajustada. De aquella se compraba muchísimo más que ahora y todo lo que entra requiere una gestión, registro y clasificación. Y también se prestaba mucho más libro que ahora, porque obviamente el acceso a internet se ha generalizado y eso facilita mucho las consultas para hacer trabajos. Hay que tener en cuenta que a la vista, accesibles en sala tenemos unos 75.000, el resto están en el depósito y solo se sacan cuando alguien lo necesita.

Llegó a Ourense de forma temporal y ahora quiere envejecer aquí

Julia Jiménez López estudió Geografía e Historia en la Universidad de Salamanca y fue en esa ciudad castellana donde sacó la plaza en oposición que la llevó a ocuparse de la biblioteca de su Facultad de Medicina. Pero su marido lo destinaron a Lugo. «Busqué la manera de venirme para Galicia para estar lo más cerca posible y quiso la casualidad que la persona que estaba aquí en Ourense, que era de Salamanca, se quería volver porque su marido estaba allí dando clase. Así que cambiamos el puesto», narra.

Reconoce que cuando llegó no sabía nada de la ciudad ni de la provincia. Hoy está convencida de que nunca se irá. «Me vine con la idea de algo provisional y ahora ni nos planteamos marchar. Este es un buen sitio para envejecer. Para mí es una ciudad muy cómoda para vivir. Puede ser que le falten algunas cosas que encuentras en las que son más grandes, pero tiene otras: Es asequible, puedes ir andando a casi todas partes y tienes muchos espacios para caminar», relata.

Andar es una de sus grandes aficiones. De hecho, confiesa que organiza sus vacaciones en lugares donde pueda disfrutar de caminatas. El último viaje fue al Tirol. Su otra gran pasión es la lectura. «En mi caso no cuadra el refrán de ‘‘En casa de herrero, cuchillo de palo’’, porque me encanta. Puedo terminarme tres o cuatro libros al mes», dice.

También disfruta de la oferta cultural de la ciudad. «Ourense no es aburrida. Si quieres, tienes actividad. Hay salas de exposiciones con propuestas muy interesantes, la programación del teatro está muy bien, tienes conferencias, eventos como ahora el festival de cine... La propia universidad organiza un montón de actividades abiertas», relata.

De su llegada a Ourense, en 1990, recuerda la sorpresa que se llevó con el clima. «Mis amigas me decían que me iba a deprimir, que en Galicia siempre llueve y el cielo está gris. La idea que tenemos todos desde fuera. Me vine en julio y fue un verano tremendo. No había pasado tanto calor en mi vida», dice, recordando que siendo de Ávila y habiendo vivido en Salamanca estaba más que acostumbrada a temperaturas extremas.

Pero no fue solo el clima lo que la sorprendió: «Aquí había una gente majísima y un ambiente de compañerismo muy bonito. Éramos mucha gente joven y me dio la impresión de que todo el mundo se trataba casi como si fuera una familia, todos se conocían. Tomabas café o salías de cañas con todo el mundo, se hacían cenas, comidas... Me pareció un ambiente excepcional», relata.

Lo que más le costó, según cuenta, fue encajar la retranca gallega: «Al principio me chocaba, porque yo no la entendía. Teníamos dos compañeros que eran muy de ese sentido del humor tan propio de aquí y yo siempre me quedaba pensando si lo que decían iba en serio o sería broma».

«Cualquier persona nos puede sugerir un libro para comprar»

La directora de la biblioteca del campus ourensano asegura que cada curso entran en el edificio en torno a dos mil volúmenes nuevos. Aunque es una cantidad considerable que se suma a los fondos existentes, Julia Jiménez afirma que aún hay capacidad para seguir creciendo durante algunos años más.

—¿Cómo se decide lo que se compra?

—Cada año la Universidad de Vigo consigna un presupuesto a las bibliotecas para adquirir nuevo material que dividimos en tres capítulos: una parte es para la bibliografía recomendada para cada carrera en las guías docentes, que hay que adquirir de oficio porque los estudiantes tienen que poder disponer de ello. Otra se divide entre las distintas áreas para que los profesores hagan sugerencias. Y la otra parte es la que destinamos a atender las propuestas de usuarios. Cualquier persona nos puede sugerir un libro para comprar. En el buzón del catálogo tenemos un espacio precisamente para ello. Obviamente es necesario valorarlo. Nosotros decidimos si compramos o no teniendo en cuenta cuestiones como la demanda o la justificación para pedirlo.

—¿Reciben donaciones?

—Sí. Calculo que entran en torno a 200 o 300 libros al año. Hay desde gente que ha escrito un libro o le han dado un premio y quieren que tengamos un ejemplar a una persona que hace limpieza y encuentra algún ejemplar interesante que adquirió en la carrera, por ejemplo. Lógicamente hacemos una valoración y vemos si no los tenemos. Si no es así y son publicaciones de Galicia o instituciones gallegas se suele incorporar casi todo. Luego están las donaciones de fondos más grandes, de una herencia o de un legado que llevan ya un protocolo distinto.

Quién soy. «Pienso que soy una persona afable, bastante empática y algo introvertida. Me considero ordenada y metódica, pero no llego a ser compulsiva. Creo que mi gran defecto es que tengo poco carácter y me cuesta decir que no. No me gustan los enfrentamientos. Intento mediar y buscar solución a las cosas».