Apuntando mis lecturas, me di cuenta de que casi todo lo que leía era de escritores y de que había leído a pocas escritoras. Pensé mucho sobre ello. Después, leí a Elvira Lindo, Zoé Valdés, Betina González, Belén Gopegui, Arantxa Urretabizkaia, Amélie Nothomb y mucho más. Este extracto es de "Lo que me queda por vivir", de Elvira Lindo:
Estábamos riéndonos de aquello cuando de pronto un pensamiento interrumpió su risa de manera brusca y le ensombreció el rostro. Fue como si algún recuerdo voluntariamente marginado en un lugar recóndito de la mente hubiera irrumpido para malograr su idea del pasado.
"Claro que me gustó mi infancia, es la que tuve y es la que quiero", dijo, pero al decirlo se le quebró la voz...
Este extracto es de "Un momento de descanso", de Antonio Orejudo. Lo leí porque me interesé por la novela de campus. También leí de él la de "Ventajas de viajar en tren": tremenda.
Al advertir que la estudiante estaba dormida, Cifuentes dejó de hablar. Como buen profesor, era un actor excelente y dominaba como nadie el arte de los silencios. Nuestro maestro, Augusto Desmoines, nos había enseñado que las clases tenían un componente teatral del 80 por ciento. Una clase magistral no debía basarse tanto en la transmisión de información o conocimiento cuanto en el deslumbramiento del público. Para aprender ya estaban los libros. Una buena clase debía ser ante todo un buen espectáculo
Este libro lo leí entre enero y febrero de 2023. "Memorias de un liberal psicodélico", de Luis Racionero":
Ahí empecé a darme cuenta de que a veces los profesores universitarios, que, como intelectuales, deberían se personas de mentalidad abierta y que, en teoría, aceptan las ideas, las sopesan y las discuten, en realidad no se comportan así, sino que, a partir de una cierta edad, seguramente por la inercia del trabajo acumulado, mantienen sus ideas a cal y canto y no desean cambiarlas por más evidencias que se presenten
No estaría de más que, en nuestro engreimiento eurocéntrico, dejáramos un resquicio de aceptación para las filosofías orientales, que jamás han dicho tonterías sobre la vida ni se han perdido, como las occidentales, entre sus propias palabras
Bartleboom y la "enciclopedia de los límites verificables en la naturaleza con un apéndice dedicado a los límites de las facultades humanas", en "Océano mar", de Alessandro Baricco:
—Estoy trabajando.
—¿Trabajando?
—Sí, estoy haciendo…, estoy haciendo unas investigaciones, ¿sabéis?, unas investigaciones…
—Ah.
—Investigaciones científicas, quiero decir…
—Científicas.
—Sí.
(Silencio. La mujer se ciñe el chal violeta).
—¿Conchas, líquenes, cosas así?
—No, olas.
(Eso dijo: olas).
—O sea…, fijaos ahí, donde llega el agua…, sube por la playa, luego se detiene…, eso es, precisamente ese punto, donde se detiene…, dura apenas un instante, mirad, eso es, por ejemplo, allí…, como veis, apenas dura un instante, después desaparece, pero si se consiguiera detener ese instante…, cuando el agua se detiene, precisamente ese punto, esa curva…, es eso lo que estudio. Donde se detiene el agua.
—¿Y qué es lo que hay que estudiar?
—Bueno, es un punto importante…, a veces no se le presta atención, pero pensándolo bien ahí sucede algo extraordinario, algo… extraordinario.
—¿De verdad?
(Bartleboom se acercó ligeramente a la mujer. Se hubiera dicho que tenía un secreto que decir cuando dijo):
—Ahí acaba el mar.