Por qué escribir, según Cesare Pavese, en "El oficio de vivir":
En sustancia, ¿Por qué deseamos ser grandes, ser genios creadores? ¿Por la posteridad? No. ¿Por circular entre la multitud señalados con el dedo? No: por sostener la fatiga cotidiana sobre la certeza de que cuanto hacemos vale la pena, de que cuanto hacemos es algo único. Por el hoy, no por la eternidad.
"La soledad de los números primos", de Paolo Giordano:
En primer curso de la universidad había estudiado ciertos números primos más especiales que el resto, y a los que los matemáticos llaman primos gemelos: son parejas de primos sucesivos, o mejor, casi sucesivos, ya que entre ellos siempre hay un número par que les impide ir realmente unidos, como el 11 y el 13, el 17 y el 19, el 41 y el 43. Si se tiene paciencia y se sigue contando, se descubre que dichas parejas aparecen cada vez con menos frecuencia. Lo que encontramos son números primos aislados, como perdidos en ese espacio silencioso y rítmico hecho de cifras, y uno tiene la angustiosa sensación de que las parejas halladas anteriormente no son sino hechos fortuitos, y que el verdadero destino de los números primos es quedarse solos. Pero cuando, ya cansados de contar, nos disponemos a dejarlo, topamos de pronto con otros dos gemelos estrechamente unidos. Es convencimiento general entre los matemáticos que, por muy atrás que quede la última pareja, siempre acabará apareciendo otra, aunque hasta ese momento nadie pueda predecir dónde.
Mattia pensaba que él y Alice eran eso, dos primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos.
David Lodge, en "La caída del museo británico":
Muy bien, ya sé lo que me va a decir; va a decirme que aún así el novelista tiene que inventar muchas cosas. Pero esa es precisamente la cuestión: se han escrito un número tan extraordinario de novelas durante los dos últimos siglos que casi se han agotado las posibilidades de la vida. De modo que todos nosotros, ¿comprende?, estamos en realidad viviendo hechos que ya han sido escritos en alguna novela. Claro que la mayoría de la gente no se da cuenta: se imaginan, inocentemente, que sus pequeñas vidas son únicas...
Alessandro Baricco: Ultimo Parri y la fuerza de su madre, en "Esta historia":
La cogió de la mano y se la llevó hasta una de las sillas que había en torno a la mesa. Hizo que se sentara. Ella apretaba un pañuelo en la mano. Tenía los nudillos blancos porque lo apretaba con fuerza. Entonces se acordó de la fuerza que siempre había tenido su madre, y se preguntó qué estaba ocurriendo que era capaz de quebrar a una mujer como aquella. Se agachó para darle un beso en el pelo.