En 2008-2009 yo vivía en Tribunal, Madrid. Realmente iba y venía de casa en casa. Conocía la Plaza de Olavide por el "Bar Arcoiris". Era la sede del grupo de música donde toqué primero el bajo y luego la batería, todo unos años antes. De ahí conocí la -por entonces- Biblioteca Central de Madrid. Iba a menudo, varias veces a la semana. Me gustaba recorrer la calle Fuencarral. Con esta calle pasa algo curioso visto hoy en perspectiva. Primero arreglaron la parte más cercana a Quevedo, y tiempo después, renovaron la parte que llega a Gran Vía. Por un tiempo, la parte nueva de la calle fue la que hoy ya es la vieja, por la renovación posterior de la parte que llega a Gran Vía. Y con la Biblioteca Central igual. Pasó a llamarse unos años después Biblioteca Pública José Luís Sampedro...
Mi tesis (2019) trató sobre libros y bibliotecas, y cuando la hice pensé que iba a quedar bien añadir unas líneas al inicio tipo frase o líneas célebres de algunos libros: como un homenaje a algunos libros y bibliotecas. Lo hice tipo el poema de Bukowski "El incendio de un sueño" (por el incendio de la biblioteca pública de Los Ángeles en 1991), intercalando títulos de novelas que leí por aquel entonces en 2008-2009; y siguiendo lo que una vez un conocido me dijo que él llamaba la regla de los tres sinónimos en Juan Ramón Jiménez (Platero es pequeño, peludo, suave; idilio fresco, alegre, sentimental...)
En mi tesis añadí estas líneas a modo de inicio:
Iba y venía de casa en casa, pero siempre trataba de estar a un paseo de la biblioteca central. Me gustaba pasear por la zona nueva de la calle Fuencarral y desde ahí llegar hasta la plaza de Olavide; a veces me sentaba en mi banco y contemplaba el medio con tranquilidad. Lo llamaba mi banco porque tenía escrito mi nombre y una fecha: “Piter Jones, 04-08”. Solía ir una vez por semana a la biblioteca a sacar libros, tres. A veces pasaba primero por alguna librería para coger algún título; otras iba y sacaba libros al azar: Una noche en el club, Bilbao-New York-Bilbao, El blues de Budy Bolden. Un negro con un saxo, La vida en sordina, Sueños de Einstein; Historia de una escalera, Océano mar, Pobres gentes... Me gustaban los libros pequeños y los de teatro; leía libros infantiles y me gustaban porque en realidad no eran tan infantiles. Otras veces me pasaba por la sección de filosofía y recordaba aquellos buenos momentos en la facultad de Madrid con mis amigos de allí: La ciudad que tenía de todo, El cartero del rey, Buda blues. Un viejo que leía novelas de amor, Tres sombreros de copa, Platero y yo. Las bicicletas son para el verano, El hombre que adoraba a Janis Joplin, La soledad de los números primos. Rompepistas, Calígula: Arrancad las semillas, fusilad a los niños. También solía repetir lecturas, y cada vez que iba me pasaba por la B de Bandini para ver cuántos ejemplares estaban prestados, y entonces pensaba para mis adentros: “Oh John! Soy Piter, El pequeño de los Jones, ¿Sabes? ‘Las colinas de antaño’ y ‘El perrito que reía’ están prestados, ahora mismo le estás cambiando la vida a alguien, amigo”.
Agosto de 2009