Sobre la Ley de Godwin, la Reductio ad Hitlerum y bibliotecas sin libros

  • "La ley de Godwin o regla de analogías nazis de Godwin es técnicamente un enunciado (pese a que se popularizó como ley) de interacción social propuesto por Mike Godwin en 1990"
  • "A medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno"
  • "En cuanto se mencione una determinada comparación similar a la descrita en el enunciado, el hilo se cierra y quienquiera que la usara pierde la discusión"
  • La Reductio ad Hitlerum es una falacia del tipo ad hominem creada originalmente por el filósofo político judío alemán Leo Strauss (1899-1973), profesor de la Universidad de Chicago, en donde un punto de vista queda refutado por ser casualmente compartido por Adolf Hitler.
  • "Adolf Hitler apoyaba X, por lo tanto X debe ser malo"

Fuentes:

Notas:

Hace unos días participé en un debate o intercambio de opiniones/ideas sobre una biblioteca sin libros que habían inaugurado en Valencia. Todo se desarrolló en la lista de distribución de Iwetel. Recientemente ha vuelto a salir el tema y me ha recodado a la ley de Godwin y la Reductio ad Hitlerum.

Creo que se han establecido solo dos opciones o dos grandes grupos de posibilidades:

  1. Que la biblioteca ha de tener libros como condición necesaria (así, una biblioteca sin libros no debería ser considerada biblioteca)
  2. Que la biblioteca del futuro no ha de tener libros (o no va a tenerlos)

Según mi opinión, plantear solo esas dos posibilidades no es válido por no ser completo. He llegado a sentir incluso que se estaba esperando a que alguien hablase de la idea de la biblioteca sin libros para elevar contra ello todo un conjunto de críticas. Pero creo que en realidad (o yo al menos) se ha hablado más de una biblioteca sin libros (solo de una, o al menos no de todas) que de la idea de la biblioteca sin libros (esto es, de la idea de que en ninguna biblioteca vaya a haber libros).

Veo al menos una opción más a las dos mencionadas:

  • Que puede haber bibliotecas con libros y bibliotecas sin libros; a la vez, es decir, en el mismo tiempo y lugar

Yo incluso decía en uno de mis mensajes que la nueva biblioteca sin libros de Valencia era un gran complemento a las 32 públicas que ya hay y que presentan un muy bajo nivel de personas prestatarias activas (del 4%; esto es, que 96 personas de cada 100 no utilizan el servicio de préstamos de las bibliotecas públicas; fuente). Creo, de hecho, que habrá bibliotecas con y sin libros, sin ser excluyentes las unas de las otras, porque ya las hay hoy día y las ha habido desde hace tiempo (fuente). Incluso existen hoy los conceptos de Bookless Libraries (bibliotecas sin libros) y el de Library of Things (biblioteca de las cosas).

Considero que uno de los errores en el debate ha sido no matizar sobre qué tipo de biblioteca hablamos: públicas, universitarias, especializadas, etc. Sin irme muy lejos, en 2021 trabajé en el Centro Nacional de Investigación Cardiovasculares (CNIC) como responsable de la biblioteca o del servicio de Documentación. Cuando tratabas con editoriales y gente internacional, te referías a ti mismo como el responsable de la biblioteca. Y allí no había biblioteca física como tal. Por lo que sé, la hubo unos años antes, pero al final derivó en una biblioteca casi totalmente virtual (solo con la excepción de tesis de las que se guardaban una copia impresa), cediendo su espacio -si no recuerdo mal- a la Unidad de Coordinación de Ensayos Clínicos y otros fines. Recuerdo que se habían mantenido también algunos ejemplares de revistas como Science y Nature, probablemente por el valor de las mismas publicaciones o revistas, y algunos manuales de cardiología, pero estaban en las estanterías de dicha Unidad sin estar como tal en la inexistente biblioteca.

También, creo que poca gente está atendiendo al hecho de hablar de recursos de información en vez de solo de libros, y esto es una falta importante porque incluso la _IFLA_ (Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas y fundada en 1927) habla de recursos informativos y no de libros al definir "biblioteca". Incluso en el Manifiesto de la IFLA/UNESCO de 2022 de bibliotecas públicas no se menciona book/s ni printed materials, y sí materials, information, collections, services y/o resources. Un recurso de información no es solo un libro, pienso que puede ser también un disco, un podcast, una charla, un vídeo, una película, un documental, un taller... Al reconocer o hablar de recursos de información en vez de solo de libros, la amalgama o conjunto de posibilidades para una biblioteca se abre y amplía. Se convierte en algo dinámico dejando de ser algo estático. Recuperando mi caso personal de la biblioteca del CNIC, allí casi todo el porcentaje de préstamos consistía en suscripciones a bases de datos científicas y su tipología documental propia: artículos científicos, capítulos de libro (electrónicos), etc.

Al respecto, leía una reflexión de Lluis Anglada sobre que los libros son "conocimiento grabado, vivencias, emociones y sensaciones", y que "las bibliotecas son lugares donde acceder al conocimiento grabado". En ese sentido, cabría preguntarse si el libro es el único formato para el conocimiento grabado (y para las vivencias, emociones y sensaciones). Y yo pienso que no, como comentaba en el anterior párrafo.

Visto así, no estaríamos reflexionando sobre si los nuevos servicios de la biblioteca para la creación y socialización, desplazando al libro como protagonista o por entero, conllevan que tengamos que dejar de llamar bibliotecas a las que no tienen libros; estaríamos reflexionando sobre si bibliotecas con otros tipos de recursos de información (o conocimiento grabado, vivencias, emociones y sensaciones) diferentes al libro (o si se prefiere complementarias al libro), pueden seguir siendo nombradas como bibliotecas (sin cambiarlas el nombre a "centros culturales", pues seguirían estando presentes diversos tipos de recursos de información diferentes o y/o complementarios al libro).

Al respecto de los espacios de creación en bibliotecas, me gusta pensar en un símil o extrapolación del asunto con la web 1.0 y la web 2.0. En resumen, en la web 1.0 había pocos generadores de contenido siendo necesarios conocimientos técnicos y de informática. La web 2.0 cedió protagonismo a nuevas usuarias y usuarios que sin los conocimientos requeridos para generar y difundir contenidos de la web 1.0, y gracias a las nuevas herramientas o tecnologías, pudieron empezar a generarlos y a difundirlos. El símil o extrapolación es que la biblioteca más actual podría entenderse no solo por facilitar el consumo o uso de recursos informativos, sino también por ofrecer las herramientas y espacios necesarios para generarlos como un servicio propio más.

Lo que me ha recordado a la ley de Godwin y la Reductio ad Hitlerum es que en una de las últimas intervenciones en el debate, se lee que el capital social (como idea o concepto) que pueden o no generar las bibliotecas públicas o que al menos se asocia a su uso, tiene un lado oscuro, a saber: el de que durante la República de Weimar de la Alemania de entreguerras existía una densa red de organizaciones cívicas que facilitó que el mensaje del nazismo se extendiera más rápidamente y con más fuerza entre la ciudadanía (fuente). Yo creo que aludir a la república de Weimar, Hitler y el nazismo para criticar o desacreditar un concepto o idea como el de capital social en relación con bibliotecas, es facilitar que se nos critique en el sentido de la ley de Godwin y la Reductio ad Hitlerum, y yo lo hubiera evitado; y más si es solo para introducir o plantear otros aspectos.

Es curioso lo siguiente, y quizá algo que me ha afectado más en lo personal: a mi forma de trabajo comparando bibliotecas españolas con las de otros países (como por ejemplo Finlandia y con el objetivo de detectar modelos de buenas prácticas), la han calificado de manía, y de que no se podría o tendría que hacer porque el contexto o condiciones sociales de los países son diferentes (que por cierto, hasta para saber eso ha hecho falta una comparación). Y ahora se critica o pone en duda el concepto de capital social que se asocia a las bibliotecas relacionando o trayendo a colación el contexto cívico de la República de Weimar. Ya no es que estemos comparando bibliotecas de dos países analizando los resultados de un mismo año, sino que nos vamos 100 años atrás, para poner en duda, criticar o desacreditar el concepto de capital social en bibliotecas acudiendo al contexto o clima de la República de Weimar que pudo ser un factor para la extensión del nazismo. Y eso parece legítimo, mientras que lo mío es calificado de manía.

Por último, si el problema es el concepto de capital social, propongo sustituir capital simplemente por beneficio. Así, la biblioteca generaría o se asociaría, por ejemplo, no a un mayor o mejor (o menor y peor) capital social, humano y cultural, sino a mayores y/o mejores (o menores y peores) beneficios sociales, humanos y culturales, entre otros.

Fin: post publicado el 15 octubre de 2022 por Pedro Lázaro Rodríguez; con licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 4.0 y sobre el tema (o temas): Bibliotecas

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